De la paciencia infinita (Gajeel)

Levy pasó la página del libro, sin dejar de andar. Saltó unas piedras y esquivó un árbol caído sin dificultad, propio de alguien que es capaz de hacer más de una cosa a la vez...al menos cuando una de ellas era, precisamente, leer. Leía, como si así pudiera acortar la misión. Y no es que tuviera nada en contra de su compañero, aunque sí tal vez un poco de miedo. No hacía tanto que Gajeel había entrado en Fairy Tail, y, si bien nunca le había guardado rencor por el "incidente" que tuvieron hace ya un tiempo, no podía evitar ponerse nerviosa cuando rondaba cerca. Además, no es que Gajeel se hubiera iniciado en el gremio de forma silenciosa. Sin ir más lejos, casi se enfrenta al comerciante que les dio aquella misión en un primer lugar. El bochorno que le hizo sentir, estratosférico. Esa era la primera disculpa que le debía, y sólo llevaban 24 horas juntos. Pero Levy antes de rechazar aquella misión y sentirse alguien en cierto modo, inútil para Fairy Tail, dejó atrás sus reparos incluso cuando supo que Jet y Droy no les acompañarían. Makarov había asumido que aquella misión sencilla valía con ellos dos, y Levy tenía fe en que así fuera. Al menos, que por ella no fuera.

- ¿Qué te parece? -levantó la vista del libro, señalando hacia el pueblo que nacía a sus pies. Estaban sobre una colina, cuyo camino rodeado de árboles dejaba casi en la entrada del mismo. Habían tenido rumores de que el famoso salteador o como era conocido, The Panther, había sido visto recientemente por estos lares. - ¿Deberíamos preguntar si saben algo? Si esperamos a que nos asalte podríamos no acabar nunca -bostezó quedamente- seguro que te ha visto y se ha ido corriendo. -Sonrió, incapaz, de nuevo, de guardar rencor. Levy, fortaleza en ocasiones, escasa; paciencia, infinita.

No podía negar que el maestro de Fairy Tail había demostrado ser mejor persona que cualquier otra que Gajeel hubiese conocido hasta entonces. Y el propio gremio parecía, al menos, tener una visión más clara y, sin duda, bastante más fraternal de lo que había experimentado en Phantom Lord. ¿Pero qué tenía que ver todo eso con emparejarle con la mocosa a la que casi aniquila nada más llegar? ¿Estaban poniéndole a prueba por si aún tenía sentimientos contrarios a los que promulgaban? Solo había una forma de demostrarles que Phantom Lord había dejado de existir, y con él, el Dragon Slayer que había atacado a las hadas.

Pero... incluso con toda aquella distracción que él mismo se imponía, era imposible no fijarse en la peliazul. ¿Cómo demonios lo hacía? ¿De verdad era la misma persona que había sido incapaz de esquivar ninguno de sus ataques? Peor aún... ¿le había dejado atacar porque sabía que no tenían posibilidades de vencer?

—¿Eh? —Estaba demasiado ocupado intentando descifrar la percepción extrasensorial de la maga cuando le llamó la atención. ¿Le había pillado mirándola como un idiota? ¿O pensaba que iba a atacar de nuevo?— Ah... el pueblo, sí. Si tanto miedo le tienes a un ladrón de poca monta, sí, claro. —Refunfuñó, aunque desde luego no pensaba que fuese una mocosa asustadiza, no si era capaz de sentir el mundo a su alrededor sin esforzarse. De hecho, quizá incluso lo estaba haciendo por él. ¿Sentía pena por él? Se le escapó un gruñido solo de pensarlo.

No se paró a esperarla, no ahora que ella parecía sentir pena porque él no podía sentir al maldito Panther. Sí, iba a pedir ayuda y a hacer todo el maldito trabajo, mientras ella se lo pasaba en grande sabiendo en todo momento lo que ocurría.

—¡Debería haberse ido corriendo! ¡No sabe que se enfrenta al gran Gajeel Redfox! —Exclamó de camino al pueblo. Le iba a poner en bandeja todo lo que quisiese para que le enseñase sus verdaderos colores.— ¡Puedes quedarte ahí atrás y esperar mientras yo lo soluciono todo, enana!

- ¿Miedo? - un tinte peligroso tomó su voz, pero sólo por un segundo. Ni que él supiera lo que había tenido que pasar, ni que él había sido una de sus causas hacía no tanto. ¿Pero por qué se lo tomaba ella tan a pecho? Se puso roja, notando la vergüenza que sentía por el hecho de que alguien la tomara por una cobarde.- Yo no tengo miedo -murmuró. Por suerte nadie la vio ni la oyó, ya que el memo de su compañero se había ido corriendo cuesta abajo.

- ¡Eh, espera!- corrió detrás de él. Estaban armando un alboroto que podrían ser el blanco perfecto de...cualquier cosa. 

Le alcanzó ya dentro del pueblo, habiendo pasado la entrada, y casi en la calle de los bares. 

- ¿Se puede saber quién está al mando? -dijo dejando soltar un resoplido tras la carrera, mirándole con los brazos en jarras, indignada. Indignada y aludiendo a su posición superior por ser más veterana que él en Fairy Tail por muy pequeña que fuera, ¡hombre ya!

- En fin...- suspiró quedamente, mirando a su alrededor, intentando forjar "el plan". Tenía que sacar adelante la misión como fuera, y a pesar de Gajeel. No podía defraudar a Fairy Tail. Una idea pasó por su mente.

- Ya sé qué podemos hacer ahora.- anunció sonriendo. - Entraremos en un bar, tomaremos algo...y preguntaremos a la gente por The Panther. A fin de cuentas, tanto los niños como los borrachos dicen siempre la verdad, ¿no? ¿Qué te parece?

Era una idea muy Fairy Tail. Un plan sin fisuras.

Por supuesto que ella estaba al mando, ¿cómo iban a poner a alguien que acababa de llegar (y de qué manera) como líder de nada? La peliazul solo se regodeaba en su posición de líder, estaba claro. Peor aún, parecía querer dejarle claro que iban a hacer todo lo que ella dijese, pero que le partiese un rayo si iba a rendirse sin dar guerra. 

—Un plan sin fisuras, líder. —Se mofó de la pequeña, porque incluso un niño de cinco años habría conseguido idear algo más coherente, pero no se atrevería a discutir la efectividad de los planes de Fairy Tail, no señor.— Yo soy el borracho y tú la niña, si no lo he entendido mal. Beberé rápido para no tener que fingir mucho, ¿quieres ser mi hijita? Geehee. —Se lo pasaba en grande desafiando la poca autoridad que la maga intentaba recuperar, y más aún, conseguía suprimir todas las alarmas que le decían que Levy McGarden era alguien a quien debía temer.— Soy muy buen actor, así que no tienes que preocuparte por mi papel de padre despreocupado borrachuzo.

Por suerte aquella presencia imperturbable y superior había desaparecido en cuanto dejó los libros de lado. ¿Acaso eran los libros su verdadera fuente de poder? Eso explicaría cómo había podido vencerla en su momento, y cómo no presentaba ninguna amenaza en aquel momento, es más, parecía incluso adorable. ¿Era algún tipo de transformación interna al abrir ese libro? ¿Contenía el espíritu de algún guerrero ancestral? Demasiadas preguntas sin respuesta, pero lo único que tenía claro era que tenía que alejarla de su lectura si quería plantarle cara. O no tenerle un miedo irracional, al menos.

—Déjame a mí, tú eres un ratoncillo de biblioteca. —Le susurró, haciendo un esfuerzo para poder llegar a su altura. Después, la puso delante de él y la fue guiando hasta el bar. Los gritos y los ruidos de jarras chocando lo hacían lo suficientemente discernible. Y su portazo sirvió para que todos los ojos se centrasen en la pareja que acababa de entrar.— ¡Una mesa para dos! ¡Una cerveza para mí y un zumo para la niña de mis ojos!

Oh, se estaba vengando por el miedo que le había hecho pasar. Pero había algo que no le cuadraba. Les miraban, pero quizá durante más tiempo que de costumbre. La marca del gremio, claro. Probablemente no veían demasiados magos a lo largo del día, o del mes, incluso.

—¡Solo estamos haciendo turismo! La pequeña Levy y yo, verdad que sí, ¿cielo? —Alborotó el pelo de la que estaba forzando a ser su hija, rezando por un poco de colaboración.— Unos días de vacaciones para unir lazos entre padre e hija.

Un padre enorme, con cara de pocos amigos, y una hija bajita, de pelo azul y con mirada entrañable. Por Metalicana, que nadie estuviese sobrio en aquel antro. Pero desde luego podría haber planeado aquello mucho mejor.