La canción de los muertos. (Privado)

Sín duda alguna, la felicidad tiene muchas caras. Algunos encuentran su felícidad en hacer lo que es bueno y otros en lo contrario. La felícidad, sin embargo, es el sentimiento mas conocido en el territorio abarcado por Akane Resort. Aquellas multitudes de críos gritando por felicidad para llamar la atención de los padres - que ellos a sus turnos se divertían mirandolos -. Al ver algo así, podrías decir que ya sabes lo que es la felicidad. Muchos llegaban a la misma conclusión. Eso era lo que no entendía Illidan, fijandose con una especie de desagrado. No envidia; desagrado. Se sentía desagradado por el hecho de que aquellos niños eran tán mimados, mientras que él, al tener la misma edad, entrenaba para asesinar al dichoso Spouk. Al fín y al cabo, era invidia. Illidan se resigno.

- Creo que no todos fuímos destinados a tener un gran futuro ... pensó el, profundamente interesado en como ganar su felicidad en aquel sítio. Sí todos hubieramos sido magos, los magos ya no tendrían nada por proteger ... Todos nuestros esfuerzos ... En vano.

Suspiró, continuando su camino entre las multitudes. Al estar tán molesto, a veces daba codazos a los que entraban en sú camino. No encontraba ningun sentido. Todo estaba repleto de tiendas y niños, de felicidad ... Incluso los que vendían estaban felíces - aunque por otros motivos.

Incómodo, se paró en frente de una cortina, por la que podrías ver sin ningun tipo de problemas, gracias a su opacidad. Lo que impresionó a Illidan fue el hecho de que detras de aquella cortina solo se veía oscuridad. Era algo sospechoso que los jefes del circo ábran una atracción en la que no vieses nada. Al fín, algo que captó toda la atención de Illidan, que intentaba ahora buscar un espejo, una bombilla, una lampara ... algo que deje un poco de luz. No porque temía a la oscuridad. Illidan se quedo en cuevas una o dos semanas, sin el temor de no ver nada. El quería ver primero sí se trataba de una porqueria para asustar a los niños.

- Creo que he encontrado un sentido para mí felicidad ...

De una manera silenciosa, aparta una esquina de la cortina de color rojo opaco, intentando iluminar algo en su alrededor. Sín exito. La misma oscuridad se mantenía en auqella tienda del circo. Illidan no iba a usar su magia para iluminar un poco el sitio, ya que aún mantenía el sentimiento de que todo esto era una broma sín humor. No parecía ser una broma. No había ningun niño y menos niños que se rían. Un escalofrío pasó por la espalda de Illidan, aunque no tenía miedo. Era el sentimiento inexplicable dado por la incapacidad de entender lo que pasaba allí.

- ¿Hay alguien allí? - dijo Illidan, haciendo que su eco suene por cada rincón oscuro de allí.

Nada. Ninguna respuesta. El mismo silencio, que ahora incluso llego a ser tremendamente incómodo. Por la mente de Illidan pasaba un aire conspirativo, que le empujaba a decír que es una intervención demonica. Pero no, no era tán polemico. Volvío a repetirlo, una y otra vez, buscando algo que lumine el sitio. Ya estaba harto de tanto misterio.

- ¡SÍ QUIEREN HACER BROMAS ESTÚPIDAS, NO ELIGIERON LA PERSONA ADECUADA!, gruño el integrante de Sabertooth.

De esta vez, algo respondío. Pero no de una forma clara. Era algo como un rasguño en un metal, o era una rísita. En los dos casos, era obvia la existencia de otra persona en aquel espacio. Illidan estaba confuso. Intentaba averiguar que pasaba, pero al mismo tiempo perdía más y más lucididad.

Illidan intentó seguir el sonido de antes, dirijiendose hacia adelante. De todas formas, sí alguien ú algo lo hubiera atacado ... Él estaría preparado ... o no. El parquet crugia debajo de sus pasos, cuanto más se acercaba ciegamente a la destinación. Dío un rodillazo con unas cajas, por lo que se espanto, saltando bruscamente. El latido de su corazón aceleró pronto, pero volvío a lo normal cuando se dío cuenta que solo fue un golpe.

Echó un vistazo hacia atras. La cortina roja opaca ya no estaba. La pequeña luz que el tenía desde fuera fue bruscamente interrumpida. No era de noche. Illidan apenas habia llegado al parque hace unos minutos. La broma ya fue llevada demasiado lejos.

Cada paso hecho por Illidan estaba siendo acompañado por un crugido hecho por el suelo de madera. En un instante, Illidan se quedo pasmado. ¿Sí es que estaban en una tienda, por que había parquet por el suelo? A primera vista, la explicación podría ser muy simple : antes había un edificio, lo derribaron y solo quedó el parquet. Pero no era logico. ¿Por que destruir un sitio y dejar el parquet? Deberian haberlo destruido desde la base hasta el techo. Illidan piso el suelo una vez más, pero esta vez con mas fuerza. El ecó de su pisotón se prolongaba por toda la tienda.

- Este misterio solo tiene una solución, afirmó Illidan, mandando sus manos hacia su propria espalda.

Tacteaba por algo entre sus omoplatos, mientras fruncía el ceño, mirando el piso. Al parecer, había un sótano. En fín, Illidan agarro lo que quería : Goddswill. Tiró de el escudo, sacandolo de las cinturas que lo mantenían pegado a su espalda. Aun en la oscuridad, el brillo del metal de Goddswill era visible.

- ¡QUE EMPIEZE EL BAILE!

Illidan alzó a Goddswell en el aire oscuro, mientras flexionaba sus musculos de sus brazos, tán fuerte como podía. Suspiró, empujando a Goddswell hacia abajo, en un descenso brutal, contra el pleno piso, sacando un sonido de la misma intensidad que una bomba al explotar. El integrante de Sabertooth sentía como el escudo recibido del demonio se fundía más y más en el suelo, formando una grieta muy profunda. Illidan empezó a cabrearse, por lo que empezó a empujar con mucha mas fuerza.

- ¡VAMOOOOS! - gritó el, al sentir que el techo esta a punto de romperse.

Sintiendo que no puede llegar mas a fondo, Illidan levanto la mano derecha y acestó un puño en el centro del escudo, mientras gritaba con más poder. Ahora sí. Síntio como se rompía el suelo, al oír como crujia otra capa más de madera. Una nube de polvo se acumuló en la tienda, por lo que Illidan empezó a toser. Por desgracía, el escudo se cayó sobre el suelo, al no poder atraparlo cuando atravesó el techo del ... sotano. Illidan se quedó mirando el agujero que formó en el suelo, buscando una reacción entre lo perplejo y algo a lo que se esperaba.

- Así que hay un sótano, ¿eh? ... Me pregunto que habra dentro ... Supongo que por culpa de esto no fue derribado todo el edificio anterior. Bastante sospechoso.

Illidan suspiró de nuevo, tras lo cual se lanzó por el agujero hecho por él. Inmediatamente tocó el suelo, buscando el escudo perdido a ciegas. Al encontrarlo lo agarró y lo puso entre las cinturas que tenía en la espalda. Illidan se incorporó, mirando por todos lados. Era la misma oscuridad, pero algo era diferente. Algo no andaba bien de esta vez: empezó a arrepentirse de haber saltado por aquella grieta. Puso las manos sobre las paredes, en busca de una lampara que pueda encender. Ninguna pista. Sospechosamente, el aire era mas humedo en aquel sótano. Al pasar las manos por las paredes, sintío muchas denivelaciónes. Tacteaba una y otra vez las paredes, en un intento de identificar que era lo que pusieron: piedra.

Ciertamente resentido, Illidan dío un puñetazo en la pared. Se preguntaba una y otra vez porque aquel sitio no fue derribado, por que lo mantenían ... ¿Por que llegó el al terrorifico día en el que se bajó en aquellas catacombas?

Algo podría ser escuchado por detras de él. Un silvido, continuo y ciertamente optimista. Se sentía a unos 3 metros, aunque el sótano no podría tener tanto espacio. De repente, el corazón de Illidan empezó a latir mucho más rápido y fuerte. Temblando de pies a cabeza, giro la mirada hacia atras. Algo le cegaba la mirada : una lampara, una luz.

- Bueenas, mortaaal ... - una voz se prolongaba por detras de Illidan, con un tono horrorosamente conspirativo - Jijiji ....

Illidan parpadeó dos veces, antes de girar su mirada del todo, para observar al individuo. ¿Qúe tipo de ser se supone que era?¿Cómo había vivido tanto tiempo en este sitio ? Se supone que el sótano era abandonado. Illidan tomó coraje, tras lo que se giró la mirada hacia el individuo. Aunque sostenía una lámpara muy linterna, nada de su cuerpo se podía ver : nada excepto la mano que sostenía la lampara, una mano cubrida por un guante.

- ¿Quien eres? - preguntó Illidan, ahora con una visíon completamente diferente sobre el sitio, que contrastaba con su idea de que esta tienda era una broma.

Nada. El otro ser no responde. En cambio, agarra mucho mas fuerte la linterna. Illidan podía sentir la presión que el otro emitía en ese momento. Intentaba mantenerse atento en cada rincón del sótano, siempre listo para atacar.

- ¡MUESTRATE! - le gritó Illidan, aún temblando.

El otro respondío sacando una risita apagada. Aunque a él le parecía muy gracioso, a Illidan no le gustaba para nada. El anónimo dío dos pasos adelante, sin que la luz de la linterna muestre su rostro.

- ¿Quién eres tú, mortal ... ?¿ Quién eres tú, para darme ordenes en mí proprío hogar?

Illidan se revoltó. Estaba a punto de agarrar el mango de su katana, pero sabía que sí se trataba sobre un humano, las consecuencias hubieran sido graves. Dado siendo este hecho, no podía matarlo. Dejó de flexionar sus manos, volviendo al intento de identificar el rostro de el otro.

- No es tu hogar ... Es una construcción humana ... ¡TÚ ERES UNA ABOMINACIÓN! - le gritó Illidan, incriminatoriamente.

La misma reacción. La misma risita ahogada, que esta vez se acercó solo un paso más. La linterna fue acercada a Illidan. Sín nisiquiera parpadear, Illidan observo que él otro no intentaba cegarlo. Miró detras de él. Lo que vio, lo dejo aterrorizado.

- Tras ver esto ... Creo que sí, soy una abominación.

En la pared, habían unas letras rojas, grandes: ''Abandonado por la humanidad''.

- ¿Cómo que abandonado por la humanidad? - preguntó Illidan, aún perplejo al mirar las palabras de aquella pared.

Esta vez, como muchas veces antes, el anfitrión no responde. Perfectamente seguro de que iba no le dira nada, Illidan se puso a pensar. En un par de segundos, la respuesta ya llegó en su mente. Si es que aquel sitio fue abandonado por la humanidad ... Significaba que ellos no hacían parte de la raza humana. Illidan fruncío el ceño, observando la luz de la lampara esta vez.

- ¿Acaso sois demonios? - preguntó Illidan, en cuya mente empezo a expandirse un sentimiento de desconfianza.

- Solo por que te apodan como 'El caza-demonios' no significa que él que no sea humano es demonio ... Tienes poco cerebro, chico.

Illidan se calmó un poco, volviendo a fijarse en aquella lampara. ¿Como iba a saber un viviente de debajo de la tierra que a él le apodan como el Cazador de Demonios? Volvío a fruncir el ceño, sintiendose extraño. Pero la situación en sí era extraña, así que paró de ponerse preguntas estúpidas.
De repente, vío como la linterna volvío a moverse. Se iba súbitamente hacia el sitio de donde provenía la voz.

- Illidan ... Yo no soy un demonio.

La luz, de repente, llegó a enfocar la completitud de su rostro : una cara deformada, sín un ojo y llena de sitios sín piel. Una oreja le faltaba, tambien la nariz, mientras que la otra oreja estaba comida, problamente como obra de las ratas.

- Yo soy Herbighum, Líder de la tribu Mano Arrancada - dijó este ultimo, con una sonrisa malefica sobre sú cara.

Tras arreglar el tóno de su voz, Herbighum tomó aire en sus pulmones, y empezo a dar vueltas despacitas por aquel sotano, llevando con sí mismo la linterna. Illidan lo observó, sín moverse de aquel sitio en el que se quedó la ultima vez. Estaba sorprendido por que aquella abominación no se convirtió en un lunatico, en probablemente siglos de soledad. Illidan empezó a sentir pena por él, pero aún tenía los ojos clavandose en cada movimiento suyo.

La mente de Illidan empezó a procesar. Sí es que el había sobrevivido tanto tiempo en este sitio, problamente había una historia muy interesante detras de el ... Puede que haya sido un gran guerrero, o un villano poderoso. Tantas posibilidades y tantas imposibilidades. De no ser por sú miserable estado, Illidan le hubiera terminado el sufrimiento ... Pero él no podía hacerlo.

- Hace mucho, mucho tiempo ... En una lejana dimensión ... - el muribundo empezó a narrar, lo que al principio le dío un susto a Illidan. En otros mundos, desconocidos y muy diferentes a este ... Yo y mí pueblo viviamos en paz. Eramos una especie de comerciantes que ganabamos nuestras vidas vendiendo varias cosas ... Pero tambien podríamos ser unos guerreros sín piedad.

La teoría del lunatico, la que tanto esperaba Illidan, estaba al fín aclarada. Solo esperaba un momento en el que sú locura lo ofendiese. Era algo raro ... Illidan esperaba a ser ofendido. Tras una pausa de dos vueltas alrededor de aquella estrecha habitación, Herbighum continuó su relato.

- Illidan, puedo sentír tu agresividad ... Eres completamente debíl en este sitio, te lo puedo asegurar ... Así que no tendras una muerte tán deprimida.

- No tengo la intención de morir aqui, viejo.

- Sé por mi propría piel de que la vida no nos da siempre todo lo que queremos - le replicó Herbighum.

Illidan cerró su puño, enfurecido ya por el calmo malvado de aquel ser que pretendía ser de otro mundo.

Herbighum y Illidan presentarón un breve cambio de miradas maliciosas. Los dos sabían lo que seguira. Los dos sabían que no hay una vuelta atras de aquel conflicto. Los dos empeoraron las cosas y debían aceptarlo : cueste lo que cueste, ya no había mas paz. Herbighum no procedía en contar su historia, pero ya se dío cuenta de que Illidan sabía el resto de hilo narativo.

Las miradas de los dos decían la misma cosa, pero era como si finjieran que no se dan cuenta que se incítan uno al otro a la batalla. Herbighum se aferro a su linterna, mientras que Illidan llevaba silenciosamente sus manos hacia atras, en el intento de agarrar su katana, probablemente.

Lo que continuaba, probablemente, solo fue otro tango en el baile ... Otro baile de los muertos, del cual solo uno saldra vivo.


Continuara ...