Furia del Bosque

por Luthien Dom Mayo 17, 2015 8:11 am

Aquel castaño, que en su espalda portaba una exuberante formación de metal ¿Desde cuándo este chico tenía en su poder tal arma? La respuesta radica a un recuerdo hace un par de semanas, cuando el castaño, con sus propias manos empezó el diseño de tan majestuosa escultura. Cada guerrero posee un arma que lo define, y ante un cuerpo como lo tiene el castaño ¿Qué mejor acompañante que un espada de tal calibre? Si lo hay, pero con aquella fuerza que acompaña a tal chico, no puede esperarse otra idea que el poder de corte brutal que la misma aporta en sus movimientos. Entre tantos movimientos de pincel, y a su vez, tantos papeles malgastados el fin, un diseño convincente se pinta en la pupila de aquel chico sonriente.

– Es un asco – Comenta el castaño, para si mismo, como quien intenta encontrarle sentido a las respuesta que un desconocido viento busca – ¿Por qué se te ocurrió venir a este mugriento lugar, Luthien? – Se pregunta observando como fornicaban un par de ciervos detrás de la escasa maleza. Frunció el entrecejo sintiendo un poco de asco, no por los ciervos copulando en sus narices, sino por el asqueroso paisaje frente a sus ojos. ¿Por qué odiaba tanto aquel lugar? No había razón en realidad, simplemente los catalogaba como inservibles a cualquier vista. Suelta un bufido de amargura terminando por escupir a su derecha.

Nuevamente, el recuerdo de la producción de aquella espada regresa a su memoria. Era mejor perderse en sus recuerdos que intentan hablar de cualquier babosada que se le llegase a la cabeza mencionar, claramente, siendo este un hombre de pocas palabras regido por un único pensamiento. El sonido de geiser escupiendo contra el cálido ambiente lo asquea cada vez más, evaporando todas las ganas que tenía de permanecer en ese lugar. En eso, y gracias al calor que era proporcionado a su cuerpo, se recuerda de aquella gran herrería donde había estado trabajando las últimas dos semanas. Donde, con mano firme y dura, se había formado aquella gran espada de poderes colosales. La misma, estaba acorde a sus capacidades de manejo. A su mente llegan aquellos brutales golpes del martillo que moldeaba en enrojecido acero de forma bestial.

– No recuerdo que carajos estaba haciendo aquí – Menciona sin sonreír en lo más mínimo, cubierto con una ampliada seriedad en todo momento. En ocasiones, no temía en decir las cosas a la cara, reírse frente a los idiotas que eran catalogados como “moscas” por el mismo. Ahora, el porqué de aquella respuesta es obvio, más camino que recorrer y más riesgo a ser emboscados por idiotas que en realidad pensaban en acabar con la vida de aquellos “pasivos” individuos, extraños además. Supuestos invasores de tierras sagradas para aquellos cuya mente no diera para pensar en algo más que no fuera en una silueta femenina completamente desvestida.